La Chiquita Piconera es una copla escrita en 1942 por León, Castejón y Quiroga, para La Blanca Paloma, pelicula protagonizada por Juanita Reina, en la que se incluyó en formato instrumental.
La copla cuenta la relación de Julio Romero de Torres con María Teresa López, modelo de algunos de sus cuadros (La Chiquita Piconera o La Fuensanta, entre otros). María Teresa siempre renegó de esta copla, ya que se apoyaba en las habladurías que corrían por la ciudad, que tanto daño le hicieran. Según cuenta la propia María Teresa, el pintor intentó seducirla en numerosas ocasiones. Igualmente, se cuenta que Romero de Torres confesó a Valle-Inclán su pasión por la modelo.
Estrellita Castro realizará la primera grabación de la copla, en el mismo 1942, aunque será Concha Piquer la primera artísta que la interprete en directo dentro de Ropa Tendida, espectáculo musical que estrenó en el teatro Reina Victoria (Madrid)
I
El pintor la respetaba
lo mismo que algo sagrao
y su pasión le ocultaba
porque era un hombre casao.
Ella lo camelaba con alma y vía
hechisá por la magia de su paleta
y al igual que una llama se consumía
en aquella locura negra y secreta.
Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor decía,
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Esta carita de cera
a mí el sentío me quita.
Te voy pintando, pintando
ar laíto der brasero
y a la vez me voy quemando
de lo mucho que te quiero.
¡Várgame San Rafael,
tener el agua tan cerca
y no poderla bebé!
II
Ella rompió aquel cariño
y le dio un cambio a su vía,
y el pintor iguá que un niño
lloró al mirarla perdía.
Y cambió hasta la línea de su pintura,
y por calles y plazas lo vió la gente
deshojando la rosa de su amargura
como si en este mundo fuera un ausente.
Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor gemía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Toa mi vía yo la diera
por contemplar tu carita.
Mira tú si yo te quiero
que sigo y sigo esperando
ar laíto der brasero
para seguirte pintando.
¡Várgame la Soleá,
haber querío orvidarte
y no poderte orviá!
El pintor la respetaba
lo mismo que algo sagrao
y su pasión le ocultaba
porque era un hombre casao.
Ella lo camelaba con alma y vía
hechisá por la magia de su paleta
y al igual que una llama se consumía
en aquella locura negra y secreta.
Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor decía,
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Esta carita de cera
a mí el sentío me quita.
Te voy pintando, pintando
ar laíto der brasero
y a la vez me voy quemando
de lo mucho que te quiero.
¡Várgame San Rafael,
tener el agua tan cerca
y no poderla bebé!
II
Ella rompió aquel cariño
y le dio un cambio a su vía,
y el pintor iguá que un niño
lloró al mirarla perdía.
Y cambió hasta la línea de su pintura,
y por calles y plazas lo vió la gente
deshojando la rosa de su amargura
como si en este mundo fuera un ausente.
Y cuando de noche Córdoba dormía...
y era como un llanto la fuente del Potro,
el pintor gemía:
¡Ay, chiquita piconera,
mi piconera chiquita!
Toa mi vía yo la diera
por contemplar tu carita.
Mira tú si yo te quiero
que sigo y sigo esperando
ar laíto der brasero
para seguirte pintando.
¡Várgame la Soleá,
haber querío orvidarte
y no poderte orviá!
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